domingo, 22 de noviembre de 2009

Historia...

Otra noche más, me encuentro solo después de la última proyección.
Debo quedarme detrás de la pantalla para subirla cuando acabe la sesión.

Otra oscura y solitaria noche más...
¿O no tan solitaria?

Algunos de mis compañeros aseguraban haber visto a una doncella de blanco cuyos ojo y cabellos eran oscuros como las alas del mirlo, paseando a altas horas de la noche por el cine.

Dudo de su existencia...
¿Dudo de su existencia?

Este pensamiento inunda mi joven mente de adolescente.

Desde el lugar donde me encuentro puedo percibir el silencio en la oscuridad, únicamente interrumpido por el sueve susurro de las gotas de lluvía al caer sobre la fachada del edificio.

Y entonces lo noto, entonces La noto.

Una aire gélido hiela mi sangre y en al oscuridad aparece su blanca figura.

Me mira de la misma forma que yo podría mirar a un niño asustado por algo tan normal como el sonido de una tormenta, con una sonrisa en su pálido rostro.

Empieza a desaparecer entre las sombras, a alejarse.

Por un extraño motivo em veo impulsado a seguirla.

La sigo en la en la oscuridad, por la parte antigua del Cervantes, dejando que, en cierto modo, me guíe.

De repente desaparece, dejando tras de si una risa que parecía proceder de las profundidades más remotas.

¿Por qué la seguí? ¿Por qué?

Estos pensamientos recorren mi mente mi alma cuando veo mi figura, blanca, en los aterrados ojos de un joven.

No puedo evitar sonreir.

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